SSIFF62 (2):We need to Move . EDEN.
Estamos equivocados si consideramos a Eden como una cinta generacional, es verdad que toca un arco del tiempo determinado y abarca un espectro amplío de bloque, de conjunto, pero me parece mucho más apropiado hablar de ella como ejemplo de contemporaneidad, una película que habla del presente sin necesidad de darle cuentas al pasado, exponiendo una disyuntiva práctica acerca del hoy, de lo que tenemos y de lo que somos. Mia Hansen-Løve ejerce en Eden la función de redactora, mostrando una transparencia en el discurso abrumadora, una lógica continuidad con sus anteriores obras aunque rompiendo con algunas constantes visuales o emocionales en detrimento de una labor menos empática, más complicada e importante.
Ayer mismo hablaba con mis compañeras sobre la melancolía, algo de lo que me cuesta desprenderme, debido seguramente al apego hacía una época pasada, que todavía siento cerca de mí, un fantasma que no me abandona, al que no puedes darle esquinazo. Tengo pocas esperanzas en el futuro, y es esa misma nostalgia la que Mia borra en los biorritmos de Eden, porque es menos emocional que sus otras películas pero es mucho más equilibrada, consecuente con el momento, fluida, orgánica, honesta.
Hace poco nos volvíamos a topar con El Cazador (The Deer Hunter, Michael Cimino, 1978) en un pase por televisión, una obra monumental, que sin duda habla de generaciones, de grupos dentro de una estructura social en conflicto, habla del desencanto, de la pérdida, de tantas y tantas cosas parecidas a las que nos cuenta Mia, sin embargo viéndola nos dábamos cuenta de las diferencias de abordar el asunto por parte de un cineasta u otro. Mientras Cimino recubre de emocionalidad los personajes, con esos acordes maravillosos de la Cavatina compuesta por Stanley Myers, Mia, opta por una intelectualidad, por separar al protagonista de cualquier sentimentalismo, busca una horizontalidad, una línea recta, sin descansos, una manera más política de entablar conversaciones con el hombre moderno.
Retomo los pasos sobre El Cazador no solo como algo correlativo, sino personal, que surge del momento, centrándome en las torsiones masculinas que habitan en ella. Cimino hace frente al tema de lo masculino, en los albores de la clase media trabajadora norteamericana contextualizando el impacto de la guerra de Vietnam en lo personal, lo íntimo, se cuidaba de no arrastrar diatribas antibelicistas para ser solo un retrato de personajes vinculantes.
Mia, maneja la masculinidad en su cine, hablando de la ausencia de esta en sus tres primeras películas, y desviando, en apariencia, lo ausente, en favor de la figura netamente masculina, protagónica total de Eden.
Digamos que en la trilogía anterior todo giraba en derredor del hombre fuera de campo (ausencia masculina), y ahora es el hombre ausente el que toma las riendas de la narración. Pienso en aquellos padres de un nuevo y adulto cine norteamericano, exactamente igual que pienso en Mia, que pasa de ser hija de una potente tradición fílmica francesa, a una libre autora con disposición propia para omitir las referencias que notábamos en los inicios (la estructura dialogada, el naturalismo de Eric Rohmer), buscando después fugas dotadas de novísima actualidad.
Yo mismo me sorprendo ante lo que en una impresión inicial sobre Eden me resultaba hierático, enfrascado en una linealidad técnica, de una cámara poco elevada, sin verticalismo, versa a posteriori como una formula ritual sobre los estilemas básicos del corpus de su realizadora. Ya no quiere romper o emocionar con cambios narrativos porque la continuidad, la historia presente requiere naturalizar el espacio fílmico. La muerte por ejemplo, denota madurez, en los efectos que esta pudiera transmitir en los demás.
No hay sentimentalismo ni emoción, porque no son hijas de nuestro tiempo. Valiente, aséptica, no sabría decir con exactitud hasta dónde puede llegar, Eden es la URGENCIA, porque mira frontal hacia nosotros.
David Tejero
It is all a rhythm,
from the shutting
door, to the window
opening,
el tiempo por el que transita nuestra historia siempre está articulado según la contradicción primordial; como en la música, como los versos, hay una ilusión de unidad coherente entre las infinitesimales secuencias —sílaba, compases, imágenes, vivencias, canciones—, cuando en realidad están mediadas por abismos…
y sin embargo una energía subterránea permite cuajarlas, sentir la entidad
TODO ES UN RITMO
es la poética de la semántica vacía. lo cual no resta poder a las concreciones sino resalta que el ser presente sólo es posible desde el latido, una corriente de fuerza que nos configure como uno, que haga posible inteligir entre tanto caos algo cabal, y así sobreviviendo
the seasons, the sun’s
light, the moon,
the oceans, the
growing of things,
the mind in men
personal, recurring
in them again,
y aunque en ocasiones vislumbramos la cualidad vacía de los significados, ¿es lo mismo transcurrir sobre la nada que colorearnos con signos raptados del exterior?
thinking the end
¿sentir que es posible sacrificarse a algo, darte un sentido, aún a expensas de conocer su inconsistencia?
is not the end, the
¿qué peso tiene, en la pujanza de quien soy, el objeto extrínseco en que deposito mi esperanza?
time returning,
themselves dead but
la pulsing de la vida está ahí, en el silencio entre canción y canción, donde permanecen los latidos que (nos) articulan; nos hemos creído siempre melodía, cifras originales, cuando no somos más que el transcurso, los beats que en la suspensión siguen golpeando
someone else coming.
si bailo si pincho si recito estructuras encaro el espejo de lo otro: no sólo el amor –en el ritmo me enfrento a la emoción de la(s) otra(s)–, no sólo mi identidad –en el ritmo me percibo yo ajeno–, no sólo mi tiempo –sólo en el ritmo envejezco–
If in death I am dead,
then in life also
dying, dying…
creemos en la música como la muerte cotidiana puesto que jamás será un posesivo del sujeto, sino acercamiento fugaz entre la multitud parcializada
And the women cry and die.
y aunque exista el riesgo a la dependencia en la otredad (indiferentemente: vocación, drogadicción o el sexo), la propia energía de la existencia, autoreconstituyente, se encargará de vaciarnos para retomar la propia dinámica, organismo rítmico
The little children
grown only to old men.
The grass dries,
the force goes.
querríamos haber reproducido —por la analogía— nuestros propios bailes, pero entendimos rápido que ni siquiera nos habíamos planteado registrarlos ya que la danza, instantes de éxtasis sobre el patrón de lo cotidiano, sólo puede experimentarse desde dentro
But is met by another
returning, oh not mine,
…lo que me hace pensar en un tuit ridículo donde se decía que Eden era un Les amants réguliers “malo”, demostrando de quien lo afirmaba que no había entendido (o querido entender) nada. en la escena en que Garrel juega a danzar sus personajes al compás de “This time tomorrow” se genera una escisión entre el ritual extático y la cámara que mira desde fuera, que produce una melancolización del presente, asesinado en el mismo instante en que se inmortaliza. Eden probablemente aventura un gesto opuesto; se expone una fábula sin moraleja, un presente iterado con el rigor de un metrónomo: una historia de ascenso y caída sin alcanzar gloria específica ni tragedia proporcional. relato tibio puesto que no hay detención, puesto que el tiempo no es un ídolo sino la sustancia de la que estamos hechos…
not mine, and
el fracaso no existe, consolémonos, si el tiempo implacable niega que el instante sea estrépito
in turn dies.
cuando en los últimos momentos del metraje el lugar de la música parece tomado (¿menos compulsivo?) por la literatura comprendí esta articulación del proseguimiento fracturado; más aún cuando ella –una otra más ella– le entrega el volumen de Robert Creeley y la jugada se completa con el poema deslizándose por la pantalla
TODO ES UN RITMO
supongo que comencé a llorar ya que súbitamente comprendía lo que me había dañado tanto en las dos horas anteriores, con palabras que conocía a la perfección, con la poética del presente perfecto y la disolución de significados aplicada ahora a la vida, a su vida, a mí/nuestra vida
The rhythm which projects
from itself continuity
bending all to its force
from window to door,
from ceiling to floor,
light at the opening,
dark at the closing. [1]
(esta lógica puede invertirse en ciclo inagotable: oscuridad al abrir la ventana, luz al cerrar una puerta…)
PENSANDO QUE EL FINAL
NO ES EL FINAL EL
…y por eso Eden no acaba, Eden sigue repicando como el patrón rítmico cuando bailas sin música, que frustra y renace en el vaivén —nuevas mismas melodías—; una vida que puja por estar, en colores variables, en dolores y rupturas, pero deviniendo
TIEMPO REGRESANDO
Blanca Pavía
Eden no ha terminado. Continua aquí en la habitación desde la que escribo en casa de mis padres. Es difícil hablar de Eden y no pensar en ella como una película generacional, autobiográfica. Duele. De manera insistente siento el absurdo de los textos. El absurdo de las palabras. Lo inútil de todo lo que hago. Las intentonas. El deseo de que toda esa potencia se materialice.
En mi cabeza Eden conecta una y otra vez con Apres Mai de Assayas. Jamás entendí la película de Assayas como una película que quisiera lanzar un discurso de lo político de aquella época, el contexto me pareció un croma en el que situar a su personaje principal. De alguna forma así siento que pasa también con Eden, la música, el garaje, la electrónica… ese el espacio en el que situar a Paul.
La dirección de Mia Hansen-Løve en Eden, lineal, encuentra rima con su personaje, que decidido a trabajarse una carrera como DJ parece avanzar a través del tiempo sin apenas variar.
El arco evolutivo del personaje es prácticamente nulo hasta el tramo final, mismo corte de pelo, misma ropa, misma casa, mismos trayectos de su hogar al club, del club al bar, mismas amantes que comparten las mismas camisetas. Todo el exterior es un eco. Sus amigos de repente están muertos, o tienen hijos, o son poco más que el recuerdo de una vida pasada, pero no lejana. Él es un personaje sin ritmo, inmóvil, al que le queda una adicción al galeno cocaína, muchas deudas y una necesidad tremenda de que pare la música, que no es sino el deseo de que la vida que ha estado sucediendo cambie.
Si la película de Assayas comenzaba con unos estudiantes corriendo y una cámara enloquecida intentando capturar todo lo que sucedía alrededor (la destrucción de las ideologías o quizá, las ideologías como las habíamos conocido a través de una cámara que vibraba), quiero pensar que la película de Mia hace algo parecido. Assayas emborronaba los contextos y se centraba exclusivamente en los personajes que iban y venían, realizando una narración parecida al movimiento de una peonza, en Eden la directora va un paso más allá y prácticamente elimina todos los elementos para filmar una obra lineal y mantener el tono del film en una constante apatía y desesperanza. Los personajes de Mia ya no corren caminan, lo hacen pausadamente, hacia delante, los de Apres Mai volvían hacía atrás sus cabezas constantemente.
En Eden no hay melancolía, hay un futuro que alcanzar y el camino es triste.
Deborah García Sánchez-Marín
El erotismo de Bataille, una joven estudiante sin futuro laboral y Eden, de Mia Hansen-Løve se encuentran en un bar. Los tres mantienen una conversación alegre en la barra, entre aceitunas y cortezas de cerdo que, tras mucho blablablá se resuelve en NADA debido a que las conversaciones no forman parte ni del tiempo sacralizado de la fiesta ni del tiempo futuro, careciendo así de interés práctico para ninguno de los tres.
A partir de los 60 la clase media te rodeó con su pegajoso abrazo, camuflando la calidez en desodorante barato y te prometió que bajo ningún concepto te volvería a faltar LO BÁSICO. En los 70 el umbral de lo básico pasó a ser insuficiente y alguien te quiso acariciar con cada derecho civil, sonreírte con el comienzo de un TÚ escindido en ciertas minorías pero enraizado en sociedad o susurrarte que ese esfuerzo necesario se haría por vía política y democrática.
La oposición entre el mundo del trabajo o de la razón y el mundo de la violencia. ¿Podríamos, sin violencia interior, asumir una negación que nos conduce hasta el límite de todo lo posible?
En los 80 los pocos que consiguieron asentarse en esa realidad, te mintieron prometiendo que tú como ellos podrías vivir de lo que más te gustase indeed, que tu felicidad dependería de esa autorealización, que tu trabajo podría basarse en transgredir normas, en pasear por las aceras de la libertad de expresión ganando dinero con ello. La transgresión es lo único que tenemos para volver al seno de la violencia y quisieron normalizarla. Todas las expresiones de violencia: la sexualidad, el erotismo o la muerte fueron domesticadas en distintas formas de trabajo liberal sentenciadas a niveles asumibles. Hoy en día la única violencia existente es el miedo a la aniquilación y violación de la subjetividad. Por eso, durante los 90 parte de la clase media se ha dedicado a fracasar estrepitosamente. Ahora NADA.
Se requiere mucha fuerza para darse cuenta del vínculo que hay entre la promesa de vida -que es el sentido del erotismo-, y el aspecto lujoso de la muerte. Que la muerte sea también el primer tiempo del mundo, la humanidad se pone de acuerdo en no reconocerlo.
Mia filma la caída y escisión de los valores sociales a través de la fiesta. Para nosotros la fiesta es casi la única representación de violencia, sexo y muerte que queda viva. En la fiesta se dan mano lo abyecto, lo vulgar, la desnudez y el sudor de forma libre. En la fiesta musicalizada o no vivimos nuestro verdadero tiempo y fuera de ella solo somos muertos esperando con angustia la siguiente cita para sacudirnos todos los pedazos de nuestra personalidad fragmentada y abandonarnos a una masa continua, a un plural.
Durante toda la película se sucede la misma marca textual en más de diez ocasiones. Con la tipografía de créditos y título se nos va presentando el paso del tiempo en MOMENTOS de ciertos años. Es el acierto de alguien que sabe que hemos dejado de dar un sentido lineal a nuestra existencia. Ya no creo en la proyección de mi vida como vector de un solo sentido en continuo avance ¿qué sentido habría de escoger?, ni siquiera confío en la circularidad y el retorno de lo experimentado. Mi vida ES la búsqueda de pequeños puntos de luz que iluminen los tramos largos. Instantes de deseo que gracias a esa escisión forzada con la cotidianidad vibren con una fuerza descontrolada. Un puñado de bailes, abrazos y miradas que pueda recordar en el 90% de días fríos en los que como el protagonista de Eden, me dedique a vender aspiradoras.
Hace mucho que dejé de anhelar bailar, amar o sonreír eternamente, pero nunca querré dejar de hacerlo de forma violenta.
Podemos decir del erotismo que es la aprobación de la vida hasta en la muerte
En la última secuencia de Eden , nuestro protagonista transformado se deja caer por el lado de la fiesta que conocía y que ya le es ajeno. Como espectador no es capaz de desnudarse esta vez, no asimila la escisión de sus realidades y observa atónito cómo su zona de confort es ahora presidida por una mujer y una maquina. Una mujer distinta a las que le han rodeado durante toda su vida, una mujer que no le presta ninguna atención porque ella ahora si, forma parte del mundo de la violencia.
Blanca Margoz
- No sé qué carajos decir sobre esta película.
- Preferiría no decir nada, y a veces incluso, olvidarla.
- NOTHING HAPPENS IN THIS
FILMLIFE.
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4.ESTE TEXTO NO TIENE SENTIDO.
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Sofía Machain
[1] Poema “The rhythm”, Robert Creeley (Words, 1965) citado en Eden (id., Mia Hansen-Løve, 2014)
[2] Poema “Deixis en fantasma”, Ángel González (Deixis en fantasma, 1992)