Lugares comunes
Pero los ojos, mis ojos, los ojos que me miro y que me miran, en el espejo, los ojos por los que he visto el mundo, por los que el mundo se ha asomado a mí. El exterior me conforma a través de los ojos, estoy lleno de lo que he visto, de lo que he mirado. [1]
Son todas escenas de la vida americana, de la vida cotidiana en los Estados Unidos, la novedad radica en la naturaleza de nuestra situación, en nuestra implicación con esas escenas. Para situar al espectador, es decir, para situar nuestra mirada, Hopper se sirve de muy concretos recursos plásticos. Su sentido de encuentro, instantaneidad, descubrimiento es el resultado de una cuidadosa elaboración en la que intervienen la proximidad y la escala, la condición del horizonte, elevado o bajo, inexistente en algún caso, el ángulo perceptivo, el juego de luces y sombras, rasgos que nos incorporan al mundo de la escena y, al hacerlo, nos permiten, casi diría que nos obligan, a reflexionar sobre el lugar en el que nosotros nos encontramos: dónde estamos cuando contemplamos a la mujer en el hotel, a la muchacha que cose a máquina, el departamento del vagón…,
¿desde dónde miramos, cuál es el espacio
que nos está destinado? [2]
La mirada es la única forma de posesión completa, total. Ver vivir a la mujer, verla moverse, dentro de una armonía que la circunda, tenerla apresada en la retina, en la pupila, sin que ella lo sepa.
Cae el cuerpo de mujer desconocida en el círculo del ojo, y vive en él, sin dolor, lo habita dulcemente. Mirar a la mujer. [3]
Como una mirada sin límites,
como un templo cuando se derrumba,
como los dioses cuando se los nombra – cuando mueren-
hasta que se vuelven únicamente agua y silencio
-pero después
después del agua y el silencio
con manos simples hacemos el amor
con manos simples abandonamos el amor:
ASÍ AMANECE. [4]
TODO CAE INMENSAMENTE MIENTRAS TÚ SUBES MUY POCO A POCO. EL MUNDO ES UN DERRUMBE PODEROSO Y TRISTE, INVERSO A CADA UNO DE LOS LATIDOS DE TU ESTATURA HACIA LA LUZ. [5]
Y LOS DÍAS PASAN INMÓVILES, PÁLIDOS DE PRESAGIOS, COLMADOS POR EL TEDIO Y EL FULGOR MARCHITO DE LA MUJER O LA ETERNIDAD. [6]
Entra la luz y me recuerdo; ahí está.
Empieza por decirme su nombre, que es (a se entiende) el mío.
Vuelvo a la esclavitud que ha durado más de siete veces diez años.
Me impone su memoria.
(…)
En el último tramo de la escalera siento que está a mi lado.
Está en mis pasos, en mi voz.
Minuciosamente lo odio.
(…)
Ninguno de los dos engaña al otro, pero los dos mentimos.
Nos conocemos demasiado, inseparablemente hermano. (…) [7]
Me arranco, pues, de la selva pantanosa de los suelos y me resumo como puedo, recojo porciones de realidad que yacen tristes por la habitación, me doblo por la mitad y mis riñones, cargados de pasado y de licores, gimen dulcemente. Ya estoy en pie. [8]
Sofía Machain
[1, 3, 5, 8] Fragmentos dentro de “Mortal y Rosa“, de Francisco Umbral, 1975.
[2] Fragmento extraído de “Hopper“. Catalogo oficial de la exposición en el Museo Thyssen Bornesmiza en el 2012. Escrito por Valeriano Bozal.
[4] Fragmento extraído del poema “Como el amor de las águilas” de Mario Morales, dentro de la antología “La distancia infinita“.
[6] Fragmento extraído del poema “Otoño 2” de Mario Morales, dentro de la antología “La distancia infinita“.
[7] Fragmento del poema “El centinela” dentro de “El oro de los tigres” de Jorge Luis Borges, 1974.
Todas las imagenes pertenecen a la serie Mad Men (Matthew Weiner, 2012 – ) y a los trabajos del artista norteamericano Edward Hopper.