SSIFF62(3): Lo intangible
He pasado tres días extraños: el mar , la playa, los caminos me fueron trayendo recuerdos de otros tiempos. No sólo imágenes: también voces, gritos y largos silencios de otros días. Es curioso, pero vivir consiste en construir futuros recuerdos; ahora mismo, aquí frente al mar, sé que estoy preparando recuerdos minuciosos, que alguna vez me traerán la melancolía y la desesperanza. (1)
Porque o “caos” do qual o vento me fala não é o acaso de um movimento browniano no gás em torno da minha casa. É o “caos” uivante. E esta é a interpretação que dou à mensagem do uivo:
“and this is all the wisdom I can reap: I came like water, and like wind I go”. (2)
Primero fue la de Kawase la que me mantuvo en el enganche con lo que no se puede tocar. La vida y sobre todo la muerte, dejan de mantenerse en un estado físico y corporal para convertirse en nebulosas compuestas por retazos de memoria colectiva que se cantan y susurran a coro.
No puedo explicar la espiritualidad impregnada en Still the water, y creo que tampoco trataría de eso el texto que me gustaría escribir acerca de esta película. Creo que el misticismo que alcanza Kawase, ese hilo que todo lo envuelve y todo lo roza delicadamente, encuentra su sentido en el que la ve (debería hablar en primera persona). Y es curioso cómo en este baño de lo inexplicable, se crea un puente directo a la última película de Gabriel Mascaró, el cineasta artista brasileiro, que también se presentó en San Sebastián con Ventos de Agosto. No puedo, así, referirme a ninguna de las dos sin dirigirme directa o indirectamente a la otra, como parte de un todo vital imposible de abarcar en este acercamiento o imposible y punto.
Entiendo Still the water y Ventos de Agosto como estados anímicos que se contagian y propagan. La película se va despedazando ante mí cuando he olvidado su historia y ya estoy bañada por otras cosas, más cerca de mí y extrañamente, más cerca del mundo, este mundo. Difícil no hacerlo cuando las dos susurran que somos parte de un ciclo que se asoma violento, magnífico e inevitable. De hecho, existe una pulsión firme y constante que se presume serena alrededor de la muerte como evasión consciente o momento elegido en la de Kawase; y de manera muy simbólica, como un peso que insiste en retratarnos mientras nosotros nos empeñamos en perseguirla en la de Mascaró.
El mar está ahí, permanente y rabioso. Mi llanto de entonces, inútil; también inútiles mis esperanzas en la playa solitaria, mirando tenazmente al mar. ¿Has adivinado y pintado este recuerdo mío o has pintado el recuerdo de muchos seres como vos y yo?
Pero ahora tu figura se interpone: estás entre el mar y yo. Mis ojos encuentran tus ojos. Estás quieto y un poco desconsolado.
Me mirás como pidiendo ayuda.” (3)
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Y si la naturaleza, la tradición y sus ciclos rurales y universales envuelven el hilo narrativo, el amor aparece –sobre todo en la de Kawase– como un remolino que se confunde en sus eminentes pasos, que duda, que siente y se atropella. Mascaró, por otro lado, se adelanta algunos años para mostrar la cara del amor más pensante, y aun así en las dos sigue vibrando la misma solidez corporal que acaba consumiéndose en la poesía de la simbiosis con la naturaleza, a modo de hallazgo, incluso de reencuentro. Con la muerte, quizá. (¿Acaso no son lugares próximos, países vecinos, el amor y la muerte?)
O vento uiva, nesta noite, em torno da minha casa. Sinto-me obrigado, porque sei que, ao contrário das forças nefastas da cultura, ele não pode entrar casa adentro. E simultaneamente procuro permitir, a despeito disso, que o vento me fale.
Que me penetre sem penetrar-me. (4)
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*Todos los frames, fotomontajes y gifs están extraídos de las películas Still the water (Naomi Kawase, 2014) y Ventos de Agosto (Gabriel Mascaró, 2014).
(1) y (3): Fragmentos pertenecientes a El túnel (Ernesto Sábato, 1948).
(2) y (4): Fragmentos pertenecientes a Natural-Mente: varios acesos ao significado de Natureza (Vilém Flusser, 2011).